Fidel es un país

Fidel es un país
____________Juan Gelman

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Las navidades del Diablo Ilustrado

El primer diablo puso su voz el 25 de diciembre:
Amo tu desnudez
porque desnuda me bebes con los poros,
como hace el agua
cuando entre sus paredes me sumerjo.
Roque Dalton se nos apareció –loco y apasionado como siempre-, ahora encarnado en el trovador Leonardo García; ocurrió este lunes de navidad, poco más allá del mediodía, en el estudio Scorpio del Vedado. 
Cuando te me desnudas con los ojos cerrados
cabes en una copa vecina de mi lengua,
cabes entre mis manos como el pan necesario,
cabes bajo mi cuerpo más cabal que su sombra.
Había llegado, en viaje de ida y vuelta desde Santa Clara, hacía unos minutos. Vino solo a grabar su voz y retornaría, ya sé que es un animal de hogar; no lo gusta viajar ni al paraíso por tiempo prolongado, nunca quiere estar lejos de la casa y el árbol.
Abrazar a Leo es tener un encuentro con la trova de siempre, la que dice lo que siente pese a todo, la que no deja una idea para luego, ni cede un verso, o siquiera un gesto a las modas.
Maygred, de las Jade, llevaba un rato en el estudio grabando su guitarra para otra de las piezas y susurra:
Soy el guardián de la ilusión
y solo emprendo una canción
si se despeña en la guitarra
no sé brincar, ni alzar la voz,
o acaso es que no quiero ser
el arlequín de tu ignorancia.
Conversamos un rato en la terraza, algo de familias, y luego de cómo iba el disco; Leo traía ideas revueltas, y muchas melodías en la cabeza, preguntaba por una estrofa declamada, yo no quería decirle “como quiera que la hagas, está bien y vamos a ver desnuda a la amante de Roque”, pero se lo dije, a sabiendas de que negaría con la cabeza (algo que puede leerse como “coño, no me digas eso”).   
Esas dudas que lleva siempre consigo lo convierten en un incesante creador; aún recuerdo una tarde, seguramente de una entrada de enero, hará como 20 años; tengo la impresión de que sería igualmente cerca de las 3; era Santa Clara en uno de los primeros Longina, (evento sin par de la trova, de la Asociación Hermanos Saíz). Alguien, supongo que Roly Berrio, o Marchena, o Alain Garrido, me invitó a ir hasta la casa de un joven trovador (hasta yo era joven en esos días); un portalito (¿hacía esquina?) una sala pequeña, aparecieron unos alcoholes –más bien alcolifanes- y enseguida la guitarra; en la memoria una ventana por la que entraba un sol inesquivable, y un sillón, y la guitarra y aquella voz de trino, con el alma prendida en cada arpegio. Desde entonces, Leo, cada día más poesía en sí mismo, guitarra fina y callejera a la vez, letras que registran nuestro tiempo, con desgarramiento que no pierde de vista jamás el amor, voz que convierte en utópico al más pragmático, sacando sentimientos de tan lejos como el principio de las cosas.      
Tu desnudez derriba con su calor los límites,
me abre todas las puertas para que te adivine,
me toma de la mano como a un niño perdido
que en ti dejara quieta su edad y sus preguntas.
Llegó en su motor Robertico, la presentación, unos minutos de ubicación y se sentaron en la salita con una guitarra a rumiar el arreglo. Yo quería estar con ellos, pero no me atrevía a espantar ese revoloteo que se espesaba; iba y me sentaba brevemente, -para que tampoco pensaran que no los tenía presentes- pero prefería sentir en un tercer plano, como ocurría el parto. El Robert y Leo tienen presencias comunes, no solo por talentos musicales extra, ambos silenciosos, incapaces de una nota ampulosa, o algarabía, o  un mínimo alarde; de esos pocos que llenan los espacios sin altisonancias; hacen acto de presencia, con modestia deslumbrante; aunque uno esté de espaldas a la puerta siente que ha entrado un creador  y desde ese momento hasta dios es contrafigura. 
Soy el guardián de la ilusión,
soy el amante, soy la fe,
canto rodado de fantasmas.  
Canta Maygred, junto a Carballea en el estudio, revisando la grabación de la guitarra base.
Robertico y Leo terminan de conspirar, les hago un par de fotos y entran a grabar.  
El día en que te mueras te enterraré desnuda
para que limpio sea tu reparto en la tierra,
para poder besarte la piel en los caminos,
trenzarte en cada río los cabellos dispersos.
Albita, fotorreportera de El Caimán está apresando el momento con su lente, temo que me descubra alguna lágrima (ese ancestral machismo que cuesta tanto exorcizar); dudo que haya escapado porque el canto de Leo no es explicable, solo sentible; inesperados giros, ni un pellizco sobre cantado, sobrio y abismal, la mujer está ahí, con la existencia al límite… 
como cuando naciste de nuevo entre mis piernas.
Silencio en el estudio. Nadie se atreve a romper el hechizo. -¿Otra toma? –Pregunta. Y Carballea: -Ni una coma más.
Entro a la cabina, Leo se está quitando los audífonos, y me mira buscando respuesta y todavía pregunta: ¿te gustó? En el abrazo le soplo al oído que me ha hecho llorar como un niño, y vuelve ese gesto de negar con la cabeza.  
No celebramos mucho pues Leo retornaba a Santa Clara.
Entramos nuevamente al estudio y ahora es Robertico (Luis Gómez) con su guitarra, ha compuesto una pieza que puede dar el título del disco, pues realmente están entre sus cuerdas Los amores del diablo.
Está tocando, o más, volando como un colibrí. Se acerca casi detenido a la flor, revolotea se va tornando tempestuoso, aletea roquero, liba contragolpeando, dejando algo de si, en progresión, de pronto el éxtasis; el mundo se detiene, porque desnuda me bebes con los poros; saborea con ternura; Trovando, se diluye en el polen, y de pronto con un golpe de caja, se despide fugaz, más bien desaparece, sin dejar rastro ante las miradas en suspenso.  
Ya es casi de noche, el Robert parte en su motor, nos despedimos de Iván y Hevia, Carballea sube con Abelito, yo salgo caminar en busca de la 27…
Y, caramba, es 25 de diciembre, estas han sido las navidades del Diablo.  

1 comentario:

  1. Como nos tiene acostumbrados, Carballea con una nueva producción trascendental y necesaria. Satisfacción garantizada!

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